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La ruta a occidente

  • Foto del escritor: Sebastian Aguilar
    Sebastian Aguilar
  • 27 jul 2019
  • 5 Min. de lectura

Hace no más de un mes que llegue a Mauritania, un país del norte de África. Se supone que hoy, viernes 22 de agosto del 2014, debería estar cruzando la frontera de Argelia con Libia, pero todo se convirtió en caos y a decir verdad, no sé cómo es que aún sigo con vida.

El 28 de julio llegue a Nuakchot, la capital de Mauritania, ese día empezó mi recorrido con otras siete personas de Colombia por el noreste africano, empezamos allí y terminaríamos en Egipto para el miércoles 10 de septiembre. Los carros que nos transportarían salieron desde el aeropuerto y nos llevaron hasta Kiffa, para después cruzar la frontera con Malí.

El dos de agosto el grupo ya estaba pisando territorio maliense, recuerdo que el calor de esa tarde se había tornado insoportable. Tuvimos que arribar en Bamako para poder hospedarnos durante dos días y luego retomar el recorrido para llegar hasta Argelia, entonces pasó esto:

Las personas que nos estaban guiando por el país africano se encontraron degolladas esa noche en la habitación número 12 del Hotel Bamako, sus cuerpos estaban maltratados y sus ojos cosidos. El rostro de los dueños del Hotel demostraba que no era la primera vez que algo así ocurría, pero ellos tan sólo nos miraron con lástima mientras unos hombres nos montaban en un viejo camión color verde oscuro que no tenía placas. Esa noche llovía, parecía ser la primera vez en meses.

Cuando desperté la mañana del tres de agosto un grupo de residentes de Guinea nos estaba llevando a seis de los ocho colombianos a cruzar la frontera con su país. Cuando pregunté por los otros dos, el carro se detuvo y bajaron al hombre que se encontraba delante mío. El antropólogo era el tercer muerto que cargaban los guineanos desde que habían salido de Malí, los otros dos los mataron cuando intentaron escapar pero finalmente fueron alcanzados por las balas. No sabíamos para dónde nos llevaban ni porqué, sólo sabíamos que escapar sería imposible y que probablemente eran las últimas horas que estaríamos con vida.

***

El cinco de agosto llegamos a lo que parecía ser un campamento militar, se escuchaban gritos y llantos por todas partes; la desesperación y la angustia se hacía notable en nuestros rostros. Una anciana del resguardo nos recibió con agua, afortunadamente entendía inglés y nos pidió que mantuviéramos la calma para que no nos asesinaran, pero nuestra impotencia estaba latente y construimos un plan para escapar que se haría realidad el ocho de agosto.

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No sé cómo lo hicimos, no recuerdo nada en absoluto, sólo tengo plasmado en mi memoria la imagen de la anciana agonizando en el suelo. Sé que tres de nosotros lograron escapar del resguardo, tan sólo un viejo de Cali y yo fuimos apresados por los soldados que respondieron a la revuelta. Al viejo le dieron un tiro de gracia frente a mis ojos, yo solo tuve tiempo de respirar profundo. Antes de finalizar el día un camión me llevó hasta Sierra Leona.

***

A partir de hoy tengo 15 días para llegar a Egipto, pues allí se supone nos que nos recogen para llevarnos de vuelta a casa. Me contagiaron un virus y estoy tratando de escapar de la muerte. Ya estoy en Kidal, a punto de llegar a Argelia; mientras atravesaba Malí de regreso tuve que robarle dinero a una mujer que vendía artesanías en una calle comercial de Kati. Encontré 17.463,47 francos de África occidental, lo que corresponde a 30 dólares americanos. Para sobrevivir durante los 15 días sólo puedo gastar dos dólares diarios.

***

Cada vez que tengo que salir a la calle tengo miedo de ser secuestrado de nuevo, no puedo evitar recordar que para escapar tuve que degollar a una mujer en Sierra Leona. Estoy asustado pero no puedo quedarme quieto, además siento que todos me observan debido a mi apariencia. No me he bañado en días pero no puedo permitirme gastar el dinero en aseo, aunque si quiero que alguien me lleve tendré que invertir los dos dólares de hoy en ello.

***

He logrado atravesar parte de Argelia, a diario logro de alguna manera que personas me transporten y me acerquen a Libia, pero a fin de cuentas nadie se arriesga a llevar a un extraño por mucho tiempo. Tengo miedo de los controles de sanidad, he tratado de esquivarlos para que no me impidan el ingreso a Libia y después a Egipto. Durante todos estos días he dormido en las calles, el frío de las noches y el calor del día me están enfermando.

***

Hoy es 30 de agosto, ya debería estar en Libia pero tengo problemas con el transporte, perdí todo el día y nadie ha querido llevarme. Los dos dólares de hoy los destiné sólo a comida, sin embargo sigo muy hambriento. Ya me han empezado a salir hemorragias y erupciones en la piel, me he dado cuenta que hay grupos xenofóbicos que intentan matar a personas con el virus en las zonas de apoyo, sé que no puedo arriesgarme, pero necesito llegar a Egipto, es mi única salida. Creo que he perdido unos 12 kilos durante todo el recorrido.

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Ayer logré cruzar la frontera con Libia, pero parece que no estoy pasando desapercibido, una mujer libia estuvo observándome en el camión que nos condujo hasta el norte de Tamenghest. Cuando llegamos se dirigió a una especie de retén, tuve que salir a correr. El dolor de cabeza y el vómito son cada vez más fuertes. Cada dos días invierto los dólares en aseo y el resto en comida, pero siento que no puedo más. Hoy vi en las noticias que en el norte de Libia un grupo criminal mató a trece infectados en un resguardo estadounidense.

***

Es 5 de septiembre, sólo restan cinco días para que el grupo sea recogido en Egipto, pero no hay tal grupo, no sé si soy el único sobreviviente. Estoy en Ilizi, un territorio de Libia que limita con Egipto, pero mi cuerpo no me da más, ayer tuve que gastar los dos dólares en algo de medicina pero no ha funcionado. No sé cómo he llegado hasta acá, afortunadamente encuentro a uno que otro extranjero que me acerca un poco, por ello estoy muy agradecido. Sólo encuentro pensar en mi madre que no ha recibido una sola llamada mía desde que llegué.

***

Hoy es 10 de septiembre y acabo de cruzar la frontera con Egipto, pero las personas que nos recogen están al otro lado del país, en El Cairo. Ayer me estaban persiguiendo unos libios antes de salir de su país, tengo pánico pues ellos también cruzaron la frontera. No sé qué voy a hacer, los dólares de hoy los volví a invertir en medicina debido a que los síntomas se han hecho más notables. Mañana tendré que recurrir a un resguardo, es lo único que me queda.

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Fragmento del diario de Jhon Mazanti, colombiano asesinado en Egipto por un grupo libio el once de septiembre del 2014. El colombiano presentaba el virus del Ebola. Tres personas lo reconocieron después de su llegada a Egipto, eran parte de un grupo que recorrería el norte de África en cuarenta días.

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