Con las venas rotas
- Sebastian Aguilar
- 20 abr 2018
- 4 Min. de lectura
Han pasado ya más de 20 días desde que el pozo Lizama 158 de Ecopetrol empezó a derramar petróleo a lo largo del río Sogamoso en Barrancabermeja (Santander). Lo que ha sido denominado como “la mayor catástrofe ambiental de la historia de Ecopetrol” por el exministro de ambiente Manuel Rodríguez, parece no tener forma de contenerse y se estima que el crudo llegue a aguas del río Magdalena.
Esos hechos desencadenaron un interminable juego de pelota para establecer a los responsables de los más de 20 kilómetros de agua contaminada con los que han tenido que subsistir los habitantes de la región, quienes no solo no cuentan con recursos hídricos potables, sino que además, están afrontando las pérdidas económicas que ha significado la suspensión de las actividades pesqueras.
Pozo Lizama 158| Imagen tomada de 'El tiempo'
Con todo ello, seguimos sin saber quién responderá. A un lado de la balanza Ecopetrol continúa buscando entre sus expertos una manera de desenvolverse del asunto sin salir afectado en su imagen, una lógica que ha jugado en su contra después de que se descubriera que la empresa sabía de los riesgos del pozo Lizama y de otros cinco más desde el 2016, pero prefirió no advertir a las autoridades quién sabe con qué propósito.
Además, se ha logrado comprobar que durante los primeros días del derramamiento del crudo, Ecopetrol informó a la Anla (Autoridad Nacional de Licencias Ambientales) que tenía controlada la fuga y que era una falla menor, dos aseveraciones completamente falsas e irresponsables. Y como si eso no fuera poco Felipe Bayón, su presidente, salió a declarar públicamente el 27 de marzo que “la compañía ya había controlado el afloramiento de petróleo, lodos y gas”, a la par que los medios regionales demostraban lo contrario.
Las consecuencias de todo ese rastreo de información que ha puesto a Ecopetrol bajo la mira ha sido un constante desentendimiento de los problemas reales que tiene el país en torno a las licencias ambientales y las empresas a quienes se les otorga. Creería yo que no es entonces lógico que la empresa petrolífera le diga a los medios que han sumado todos sus esfuerzos para controlar la emergencia y que les han otorgado trabajos temporales a los pescadores de la región para que ayuden en la recolección del crudo.
Lo lógico es que dicha empresa, así como los entes que se suponen deben vigilarlas, hagan bien su trabajo para que este tipo de eventos no sigan ocurriendo en el país cada vez que no cumplen enteramente con sus obligaciones. Y no nos digamos mentiras, en Colombia no deberían existir tantos grupos dedicados a preparase para afrontar las tragedias, sino por el contrario, grupos dedicados a evitarlas, pero parece que ese pequeño botón del sentido común no existiera.
Pero cuidado, no debemos olvidar la responsabilidad del gobierno. Resulta que el Ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, no apareció para dar explicaciones sino luego de que pasaran 15 días de iniciada la tragedia, y lo hizo para culpabilizar a Ecopetrol y ordenar procesos de investigación en la Procuraduría. ¿Qué será entonces lo que va a decir Murillo cuando cuestionen su rol en la tragedia?, ¿qué otra excusa se le va a ocurrir para desviar la atención hacia los demás involucrados?
Las respuestas a esas preguntas siguen siendo nulas. Es por eso que decenas de personas le organizaron un plantón frente al edificio de su cartera en Bogotá para solicitarle que renunciara a su cargo, a lo que respondió molesto que era muy fácil protestar "desde los cómodos sitios de Bogotá, cuando están sentados en los cómodos cafés mandando trinos". No es ni siquiera necesario explicar porqué sus declaraciones carecen de forma, y muchos menos comprender porqué lo quieren fuera del ministerio.
Pero su fama no solo se remonta a este desastroso caso: el año pasado dio formalmente la oportunidad a empresas petrolíferas de practicar el fracking en el país, aun cuando este método de extracción del crudo implica la ruptura del subsuelo, la utilización de más de 20 millones de litros de agua al mes y una altísima probabilidad de que las aguas que se mantienen bajo tierra terminen contaminadas.
De ahí que carteles como el que dice: “No los perdones Pacha Mama porque ellos sí saben lo que hacen” retraten esta dura realidad. Y no, no debería perdonarnos porque seguimos permitiendo que las grandes empresas nacionales y extranjeras afecten nuestros ecosistemas una y otra vez sin que alguien se responsabilice por ello, asuma las consecuencias y restaure lo dañado.
Porque la mayoría sabemos que no es solamente el petróleo, se trata también de la tala de árboles en el Amazonas, de la minería en los páramos, de la siembra de coca y sus consecuencias en los suelos, del tráfico de animales y de muchas otras formas de mercado que están dejándonos sin recursos para el futuro con el afán de lucros económicos. A esos personajes sin escrúpulos son a los que hay que enfrentar con argumentos, a los que hay que visibilizar y exigirles que dejen de llenarse los bolsillos a costa de nuestra naturaleza, que por cierto, nos pertenece a todos.
Y fíjese usted, el caso de Lizama 158 podría ser una alarma que nos despierte y nos ubique en la crisis que estamos viviendo, no solo a nivel ambiental sino también administrativo, pero no nos hagamos falsas ilusiones, al colombiano de a pie no parece importarle algo hasta que está en el límite de las consecuencias, unas que dolorosamente, nos están dejando hoy más que nunca con las venas rotas.
Comentarios